
Negocios entre hermanos: La ley primera (Parte II)
Posteado el 22. Abr, 2013 por Administrador en Socios
Nota publicada en El Cronista, el día Jueves 18 de Abril de 2013.
Conocerse demasiado
“El beneficio primordial de asociarse entre hermanos es la confianza; no tanto porque se comparta la forma de pensar o de actuar, sino porque se conocen de toda la vida y ya saben cómo lidiar con estos desencuentros”, dice Jorge Hambra, titular del Club Argentino de Negocios de Familia (CANF). Esta confianza básica y la sensación (más fuerte, a veces, que la realidad) de que hay valores compartidos por haber tenido un hogar y una crianza en común, constituyen una ventaja inicial. Algo que, “al asociarse con alguien ajeno a la familia, lleva un tiempo de construcción y aprendizaje”, puntualiza Hambra.
Sin embargo, las dificultades también están ligadas a esa confianza y conocimiento mutuos, que hace que muchas cuestiones se den por obvias y no se expliciten correctamente. Por eso, “una de las claves es hablar”, insiste Liliana Zamora, especialista en coaching y directora del Centro de Desarrollo Sistémico. En muchas familias, prima lo no dicho, es decir, las cuentas pendientes. “Y así, los roles se trasladan a la empresa: el mayor, el menor, el del medio, el inteligente, el rebelde, el preferido. ¿Cómo definir quién toma el comando de la empresa? ¿Qué pasa cuando alguien no es idóneo y su único mérito es ser parte de la familia?”, se pregunta Zamora.
Según el CANF, sólo una de cada cuatro compañías familiares llega a incorporar a la tercera generación. La división del patrimonio y los roles en la firma entre los hermanos es un momento crítico. Pero aquellas que logran afrontarlo con éxito suelen experimentar un gran crecimiento.
Entre las que desafiaron la “ley de la tercera generación”, está Café Martínez, que este año celebra su 80° aniversario.
La cadena de cafeterías comenzó una fuerte expansión a partir de mediados de los ‘90, cuando los nietos del fundador, los hermanos Marcelo, Mauro y Claudia Salas Martínez ingresaron a la compañía que hoy tiene más de 50 locales, entre propios y franquiciados.
El hijo del fundador, al ser profesional, se había dedicado a su carrera. “Nuestro padre sólo había conservado una pequeña participación en la empresa, que estaba en manos del socio de mi abuelo”, recuerda Marcelo Salas Martínez. “Con mi hermano, Mauro, empezamos a trabajar en la cafetería en las vacaciones y terminamos comprándole su parte. Eso significó, prácticamente, vivir en la empresa”.